
El día en que me demandaron Zuckerberg & Co.
Señor juez, me rehuso a aceptar esta demanda.
Me niego a participar y prestarme para este montaje, al que considero que he sido arrastrado por los señores Zuckerbeg, Systrom, Spiegel y compañía.
Ok, lo admito, fue un arrastre algo voluntario. Pero no por eso tengo que permitirles a los señores quitarme la dignidad con la que elijo sobrevivir a este mundo supuestamente hiperconectado.
Y no, si se lo preguntan, no lo hago porque sea un ermitaño. Solo soy un joven de un país tercermundista, o en vías de desarrollo como dice nuestro presidente, que abrió los ojos un día y se dio cuenta que cayó como un niño de pecho en brazos de este gran hermano contemporáneo.
Quisiera decirles a los demandantes, aquellos que me acusan por abandono de deberes, que no es de mi interés seguir sometiéndome a la plaza pública que han creado. Dígame usted, ¿a quién le gusta ir a una plaza pública a ser el divertimento, comidillo y/o sujeto de juicio de todos los asistentes?
De mi consideración, esta es la forma más salvaje de masoquismo a la que sometemos a nuestras pobres y dañadas autoestimas que, obviando otros agentes como el neoliberalismo y el comunismo, ya se han visto suficientemente dañadas por otros, y por nosotros mismos, a lo largo de la vida.
Y a pesar de que reconozco que la sensación de sentirse mirado y admirado por alguno que otro ser puede ser adictiva, el murmullo cobarde de las masas es y será la que determinará ante el mundo, virtual al menos, el nivel de interés que provocas en él. Y no, me niego a someterme voluntariamente a ese escrutinio.
Es cierto, de alguna forma todos los individuos que hemos creado esta “comunidad”, o “aldea” cómo le llaman los más siúticos, somos igual de responsables al dejarnos arrastrar a este tribunal de lo superficial y lo poco importante. Porque enfrentémoslo, aquí no será el espacio donde entreguemos nuestra mejor versión, sino más bien una réplica pirata que compramos en algún otra plataforma virtual primermundista que, como siempre, busca dictarnos lo que deberíamos querer ser.
Si me permite profundizar en mis razones, quiero comentarle que siento en lo más profundo de mi ser que estoy decepcionado de mi comportamiento y decisiones previas. Estoy avergonzado y arrepentido de los videos parodiando a mis pares, de las selfies sin razón ni sentido, de la poesía googleana y de las fotos “artísticas” tomadas desde mi iphone 7.
¿Es que sabe una cosa?, esta situación me provoca tanta rabia como frustración. Porque no logro comprender cómo puede ser posible que nos estemos fallando tanto como sociedad (me incluyo). Nos estamos volviendo visiblemente invisibles y andamos por la vida jurando de guata que a todos les importa saber qué pasó después de que tu cámara dejó de grabar ese stories (sic).
Acaso todos los millones de espectadores, o “usuarios” cómo les dicen estos tiranos, ¿no recuerden esa famosa frasecita que dice que “no debes juzgar a un libro por su portada”? Porque en estas redes da la sensación de que algunos prefieren ser portada más que un libro.
Me puedo imaginar la cara de espanto que hubiese puesto Shakespeare si sus críticos hubiesen llenado de elogios la portada de Hamlet, sin siquiera leer el primer acto. O el grito en el cielo que hubiese puesto Sir Paul McCartney al enterarse que la gente estaba comprando el Sgt. Peppers, porque la tapa hacía un lindo y digno de enmarcar adorno en las paredes de sus casas.
Personalmente me daría una vergüenza increíble encontrarme con este genio y decirle – -.Yo creo que una declaración como esa atentaría ante toda posibilidad de que me acepte como amigo … o al menos que nos tomemos una selfie juntos.
Y tampoco digo que yo me pueda siquiera comparar a Sir Paul o Sir Shakespeare. Pero sí me puedo relacionar con esa sensación de querer ser más de lo que se ve a primera vista (o a segunda, a tercera y así sucesivamente).
Quiero creer que no me retiro porque no tenga algo interesante que decir, sino más bien lo hago porque lo mejor que tengo para ofrecer no cabe en unos cuantos caracteres o en una foto en el baño o el ascensor.
Es por esto que les pido señores del jurado, señor juez, audiencia; que denieguen esta demanda de la que se me imputa y me permitan continuar con mi vida sin seguir consumiéndole datos a mi plan de internet o espacio a mi frágil memoria del teléfono.
Les pido que me permitan tener algo que decir, de la forma en que quiera decirlo y a la hora que quiera decirlo. Les suplico misericordia ante mi mente y mis ansiedades, que disfrutan en exceso el no dejarme dormir con sus interminables inquietudes.
Les pido que me dejen libre, para poder empezar a vivir … esta vez sin pedir conexión de wifi a cada café al que voy, como desde el que escribo esta carta.
Quedaré atento a vuestra resolución. Saludos y buena semana.
Atte.
Nicolás Ore.
by Nicolás Ore.