
Amigos míos, el mundo nos teme.
Nos señalan con el dedo y nos dicen que tenemos problemas, pero no entienden que nuestra cabeza no es una ecuación matemática, sino un cuadro impresionista.
Nos quieren responsabilizar por nuestra realidad, cuando los arquitectos han sido otros. Esos apoderados que estaban más preocupados del futuro que de la realidad; esas autoridades que cuidan más las apariencias que a las enfermedades; esos expertos que aprendieron que el humo es un commodity que está a la venta.
Para ellos y otros, somos el gen de la controversia. La sangre que derraman las apariencias. La fuerza de la fragilidad. Los incómodos, asimétricos y raros. Se les olvida que no hay piedra preciosa que no sea rara.
No los culpo. Hablan desde el miedo. Le tienen pánico a los que temen. A los que se dan la libertad de sentir. Le temen a lo que no saben controlar. Le temen a los idiomas que no saben interpretar. Le temen a las fuerzas de la naturaleza. Le temen, porque no las quieren liberar dentro de sí.
Somos la prueba viviente de que la sociedad está enferma, pero no de lo mismo que nosotros. Porque tenemos dones que ellos jamás podrán tener. Hemos visto el cielo y el infierno en fracciones de segundo. Hemos batallado batallas infinitas, sin trampas ni armas semiautomáticas. Somos los únicos científicos que han desentrañado todas las verdades de la vida misma. Somos el control del caos y la llama de los temores. Somos valientes desde que pisamos tierra y temerarios cuando agarramos vuelo. Somos incompatibles con las definiciones corrientes. No entramos en los diccionarios, ni en los cuadernos de lenguaje, ni en las enciclopedias.
Pero sí entramos en la historia. Porque es de ahí donde cambiamos las cosas. Donde nuestra sed por enredarlo todo, termina creando un nuevo escenario. Somos el giro inesperado en la trama que esperaban que se tratara la vida. Porque somos indescifrables y pensamos diferente. Creamos lenguas sin intérpretes. Sabemos del infinito, porque lo hemos visto soñando despiertos. Cambiamos el mundo porque no nos gusta lo que han hecho con él. Estamos rotos, porque rompemos con las concepciones de los demás. Nadamos contra la corriente, porque la intuición nos insiste en que no todos los caminos tienen que llevar a Roma. Pero Roma es aburrida y ya se ha visto una y mil veces.
No teman amigos míos, no tengan miedo. Porque el miedo es el motor que nos empuja hacia adelante. Somos conquistadores en la tierra de todos y de nadie. No se quieren juntar con nosotros, porque se apanican pensando que hay algo más lejos que lo ven sus ojos. No teman y lleguemos más lejos. Empujemos los límites. Rompamos vidrios, ventanas y puertas. Quebremos las verdades a medias, los mitos y las leyendas. Liberemos la mente de la cárcel de la ignorancia. Sintamos cada hueso tronar y hasta el último órgano rugir con furia.
Seamos más libres, sintámoslo absolutamente todo, porque al final … es lo único que nos mantiene vivos.
by Nicolás Ore.